El tiempo de CUARESMA, es un tiempo de renuncias, de solidaridad y de conversión, pero sobre todo es un tiempo en que Dios nos da una nueva oportunidad de encontrarnos con él, en la oración. Es el momento de escucharlo a través de la palabra, de sentirlo, de vivirlo, de llenarnos de la alegría de saber que hay un Dios que nos ama…y nos ama hasta el extremo. Un Dios que no se hace el importante y que no nos pide explicaciones ni nada a cambio, sólo que lo queramos oír, que lo queramos seguir en lo mas profundo de nuestro ser. Ese Dios que día a día nos da el aliento para seguir viviendo, ese Dios que cargó con nuestros dolores y sufrimientos y -sobre todo- que cargó con nuestras culpas. Ese mismo Dios que una vez hecho hombre entregó la vida por nosotros y que hoy en pleno tiempo de modernidad, de parafernalia electrónica, de tarjetas de crédito, de consumismo, nos pide que lo conozcamos y que lo sigamos. Vale la pena seguirlo ¿cierto?…
Este tiempo nos llama a un cambio radical en nuestras vidas a la METANOYA, como dirían los Griegos, a la renuncia de cosas que no son fundamentales para vivir y que, sin embargo, al hombre lo hacen infeliz; No tengo esto, no tengo esto otro, quisiera eso, quisiera lo otro…
Escuchemos a Jesús: «miren las aves del cielo, que no siembran ni guardan en graneros pero el padre las alimenta… Acaso no valen ustedes mucho mas que las aves del cielo?”…
Aprendamos a vivir de lo simple, a compartir con los otros, a servir y no esperar ser servido, a amar y no esperar ser amado, a comprender y no esperar ser comprendido y -una vez al día por lo menos- cerremos los ojos para ver mejor y en un momento de silencio encontrarnos con el espíritu de Jesús que nos ama tanto.

