La verdadera derecha no tiene candidata

La derecha chilena en gran parte de la historia de Chile se presenta como fuerzas reaccionarias ligadas a los intereses del gran capital y el latifundio, defensores de la economía de libre mercado. Los fundamentos expresados desde el siglo pasado están fuertemente ligados a la iglesia católica, a los empresarios del sector agrario, los intereses económicos de la industria, la banca y el comercio.

Existen variados artículos académicos, publicación y enfoques que proponen y analizan históricamente la derecha chilena, una década que quizás muchos hoy recuerdan fue los años 60’, donde se forjo, para algunos, una derecha responsable muy distinta a la de hoy, pero fue en esa década donde también el conglomerado conoció el ocaso.

En marzo de 1965, la derecha tradicional chilena logra uno de los más insultantes resultados en las urnas de su historia. Los conservadores y liberales fueron más que el 12,5% de los votos. Este mazazo originó un torbellino al interior de los grupos de derecha que se yacían disminuidos ante los partidos de izquierda y de la Democracia Cristiana. Este escenario adverso de la derecha de ese entonces provoco la fusión de las colectividades del sector y armar un nuevo referente político. La derecha se viste con un nuevo rostro, nace el Partido Nacional.

Sus principios teóricos son el conservadurismo, el liberalismo, y el nacionalismo. Sus proposiciones: el Estado-Portaleano y la unidad nacional. En la interna destacan los «prohombres » (alianza entre políticos y empresarios), el «liderazgo providencial», los declinantes «señores políticos» y los «nuevos actores» (corporativistas y nacionalistas). Todos ellos convergen en la candidatura de Jorge Alessandri en 1970, quien propuso fundar una Nueva República.

La génesis del Partido Nacional es una muestra evidente de cómo la antigua derecha chilena, al tener un pésimo escenario pudo olvidar discrepancias políticas internas y oponerse a lo que llamaban, a su juicio “cambios que estaban destruyendo el orden del país”.

La derecha de los años sesenta personificaba intereses y miedos de un fragmento de chilenos que tenían diferencias con la forma en que se estaban desenvolviendo algunos cambios en chile y adiciono sectores de la fragmentada sociedad chilena. Sin embargo la derecha no logra consolidar un discurso o proyecto real que traspasara la contingencia política.

Hoy, el posible 35% aproximado que pudiese obtener la candidata Matthei frente a Bachelet, sin duda obedece a una derecha que poco tiene que ver con los ahíncos e intentos de democracia del sector que muchos añoran, en especial esa derecha de los años sesenta, más bien la votación de este 15 de diciembre probablemente pueda obedecer a un pinochetismo trasnochado que impulsa por ejemplo mordazas, repulsión al pluralismo y restricción de la libertad de expresión entre otros aspectos. De hecho la propia candidata de la extrema derecha disimula con dificultad su violencia verbal y gestual cuando le incomoda una situación o pretende imponer sus términos.

Frente al escenario que inminentemente culminara con el hundimiento de la candidatura UDI de ultra-derecha y dará final al paréntesis de un empresario en el poder, aparece un tópico pintoresco (propias de algunos personajes que están en el poder), es la actuación histriónica de estos últimos meses por parte del Presidente Sebastián Piñera, quien en su fuero interno de experto en negocios y ludópata político ruega para que el triunfo de Bachelet sobre Matthei sea aplastante y lapidario, así es, Piñera en su intimidad desea una abrumadora y ejemplar derrota electoral de Matthei, los motivos sobran, luego, el ex dueño de LAN, después del eventual mandato de Bachelet podrá erigirse nuevamente como el ungido de la derecha para las elecciones presidenciales del 2017 e ir en busca del poder político otra vez. La agenda del Presidente durante los últimos meses solo se ha centrado en elogiarse a sí mismo y glorificar su propia figura, apurando inauguraciones a medias, campañas de gobiernos extemporáneas,  tramites legislativos con medidas livianas como por ejemplo el programa “Chao Suegra” o por ejemplo milimétricamente anunciar los resultados de la licitación del puente de Chiloé a solo 7 días de la segunda vuelta, en este sentido convengamos que a otros puentes también se les apuraron su fecha de apertura o inauguración teniendo como denominador común oradores caricaturescos y mediáticos.

Por: Roberto Romero Yáñez

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