Voy y Vuelvo…!!: La Casa de Yungay

El patio de la casa de mi amiga Bárbara es hermoso. Un patio de luz colonial, poblado de plantas y flores. Al fondo hay una mesa, sillas, sillones, cubiertos por un techo de tejas rojas. Entre las macetas revolotea el gato, como una mariposa de tierra.

En la pequeña terraza se toma onces.

Después de las onces y de mostrarme las fotos de su casamiento, la Barbarita me lleva de la mano hasta su antiguo dormitorio de soltera, convertido hoy en aposento de los flamantes esposos. “¡Qué lindo!”. Es lo único que atino a decirle de la emoción. Varios años sin vernos, y no puedo creer que las cosas hayan cambiado tanto. De los días de liceo, solo queda un retrato de mi amiga con su sombrero coronado por una margarita artificial.

Todo ha cambiado tanto, pero la casa sigue igual, ancha y blanca por fuera; un intrincado juego de pasillos por dentro. Y el patio.

En el antejardín, la vírgen a la que prendíamos velitas antes de irnos a bailar.

¡Qué tristeza más grande saber que solo podré volver a ver esa casa con los ojos cerrados!. Así va una envejeciendo, cuando es un hecho que hay cosas a las que no se puede volver.

La casa ya no existe. Se cayó en cosa de segundos. En esos segundos nos hicimos más viejos.
Estos días de temblores y demoliciones, pienso en esa mentira de que las personas pasamos y que solo los objetos, las casas, las iglesias y los puentes, quedan.

Todo pasa. Hombre, mujer, pájaros, murallas, montañas, placas de tierra que se transforman y nos deforman. Lo que queda es lo que hay: el tiempo como ave que se agita frágil en nuestras manos para echar a volar sin aviso.

Lo que cuenta es uno y el día que se abre.

Así me dijo mi amiga, serena, valiente, grande. Se le cayó todo y después de secarse las lágrimas, se ilusiona con lo que ha de nacer en el sitio de lo que ha perecido.

Que al polvo se lo lleve el viento. Rezo. Qué les quede linda la casa nueva. Deseo. Que no se olviden de ponerle terraza. Pido. Ruego.
Pero no dejo de sentirme vieja.

Mi padre me dice que van a echar abajo la Iglesia de San Alfonso y automáticamente se arraiga en mí la certeza de que nunca habré de casarme.

Ya soy como los viejos. Si no he de casarme en la Iglesia donde se casaron mis padres, donde me bautizaron a mi y a mis hermanos, donde despedí a mis muertos, no me caso. La ecuación es simple.

El único derecho que le queda al viejo después de sentir que el tiempo le ha pasado por encima, es el de conservar la juventud de los sueños, que son eternos recién nacidos que miran expectantes con sus grandes ojos abiertos.

No van a demoler mi sueño de casarme de blanco en San Alfonso. Prefiero esa imagen en mi cabeza, en mi corazón de niña, a un ordinario matrimonio en cualquier sucursal de piedra de la casa Matriz de mis anhelos.

¿Cómo irá a ser la nueva Iglesia?.

Ojalá le pongan cancha de fútbol y abran la biblioteca. Espero.

Pronto volveré a Cauquenes. Antes podía soñar mi entrada por la población Fernández, las caminatas por la Diagonal… Pronto iré a Cauquenes y tal vez no reconozca la casa de mi amiga ni la Iglesia de mis sueños de chica de pueblo.

“Lo único que no tiene arreglo es la muerte”, decía mi abuela. No puedo imaginarme el pueblo, pero puedo sentir el cálido deseo de abrazar a mi amiga de la infancia, de mirar los mapas de su nueva casa y las fotos de la que fue engullida por el tiempo.

Ya no puedo figurarme las torres de San Alfonso teñidas de amarillo al atardecer, pero puedo sentir el fervor de un pueblo que cree en la vida y se levanta, agradecido y alegre por cada nuevo día.

Por: María Elizabeth Cancino
Periodista y Licenciada en
Comunicacion Social
Ilustración: Hans Garrino

3 comentarios

  1. me emocioné. me pasa con este terremoto que volvemos a la escencia del ser humano. a volver a lo esencial que se confunde entre tanta tanda publicitaria y mega camionetas imposibles de estacionar (como la canción!).
    cada día me gusta más leerte y te siento fluyendo. me gustaría que la vida fluyera ahora y nosotros con ella. le ponemos ganas. y nos secamos las lágrimas mezcladas con polvo y nos reimos de todo esto. te quiero mucho.

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  2. emociona hasta las lágrimas, me siento muy identificada, no se cuando podré volver a Cauquenes y nose como será caminar por esas calles que ya no son, donde iba a recordar a mi padre e imaginar que aun caminaba por ahi donde tantas veces paseamos juntos mirando las casas viejas que estaban desde antes…desde mucho antes

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