Los chinos tienen su año nuevo en febrero. Los judíos, en septiembre. Los hindúes, noviembre. Para los tibetanos e iraníes, el mes es marzo.
A nosotros nos toca el 1 de enero, porque el calendario oficial es el Gregoriano: un conteo de los días y las estaciones inventado por la Iglesia Católica.
Parece que el mundo se acaba cada 31 de diciembre. Esa es la ilusión de los derrotados. Un nuevo comienzo. La oportunidad de soñar que seremos mejores, capaces de comportarnos distinto a partir de la mañana siguiente.
Me ha dado nuevos bríos saber que hay más de una oportunidad. Si los orientales dicen que se reinician en febrero y está lleno de yoguistas y karatecas en nuestros barrios; ¿porqué no pensar en pedirles prestada su fecha?.
No tiene sentido proponerse dejar de fumar el 1 de enero. El 5 es el cumpleaños de mi hermana y, cuando bebo, “tengo” que pegarle unas pitadas a un pucho. No me puedo someter voluntariamente a la tortura de pasar de las humitas y el pastel de choclo. Ni tiene sentido acostarse temprano a 35 grados de temperatura. Es en vano. Así nadie puede dormir.
La frustración de no poder cumplir ni siquiera las promesas que me hago a mí misma es tan terrible, que abandono la carrera al primer fallo y el horizonte de la próxima chance se ve tan lejano que lentamente me resigno a ser lo que soy.
No estaría nada mal instaurar en mi vida el ritual del Año Nuevo Chino. ¿Qué tan difícil puede ser?.
Mis amigas Ya-Lin Cheng y Chen Hu, dicen que lo único que hay que hacer es juntarse con la familia a comer cosas tradicionales. El tan chileno pollo al jugo con arroz primavera y papas fritas, será reemplazado por un shop suei de pollo y arroz chaufán con arrollados de primavera fritos. Una sutil variante.
Ya-Lin y Chen cuentan que su fecha es distinta debido a que aplican el Calendario Lunar. Y me parece sensato que los astros influyan nuestra disposición a los cambios en lugar de aceptar de buena gana que la arbitrariedad de las fechas eclesiásticas nos dirijan.
La gente se mueve como loca por las calles en estos días. Hasta es peligroso salir a andar en bicicleta porque los autos tienen bocinas estridentes y las señoras cargadas con bolsas se vuelven groseras. No queda espacio para prepararse y empezar de nuevo.
Necesito saber que, en el año, las oportunidades de obrar bien son muchas y no se limitan a estas semanas de cansacio. Quiero abrir los ojos en abril y tirar mis cigarrillos a la basura. Necesito saber que la debilidad de un día, no será un error en pago por el resto de la eternidad.
Me hace ilusión la idea de varios años nuevos dentro de un mismo año, y varias vidas erradas y acertadas en una misma existencia
En vista de lo antedicho, el 21 de febrero celebraré mi Año Nuevo Chino. ¡Felicidad!.

