A ver si algún día me haré rica…
Aquí, en Argentina, apuestan al 48 cuando se sueñan con muertos que hablan.
7 noches atrás se me apareció la abuela Fidelisa. La señora descansa en paz hace 4 años y, sin embargo, descendió gloriosa en el universo onírico de mi cabeza para entregarme un mensaje inquietante, un mandato urgente. Recién ahora caigo en cuenta de lo erróneo de mi interpretación.
Consulté una tarotista de ocasión y le conté a mi madre: “la abuela Fide se me apareció en sueños. Estaba yo entrando a Cauquenes por la Ruta de los Conquistadores, como una especie de heroína caminante que afloja el paso antes de llegar al hogar para detenerse a contemplar las viñas y las casas de colores de la Población Fernández. El viento me hizo cariño y mi abuela me tocó el hombro para susurrarme en ese tono seco de mujer bruta: “María, no seas tonta, niña. ¡Anda pa’ la casa!.”
Dijeron que mi deber es aceptar el imperativo del “más allá”. Y, heme aquí, preparando las maletas después de 18 meses sin ver el cielo estrellado de la Séptima Región.
El asunto es que se me escapó un detalle de la sabiduría popular: ese que invita a jugarse la vida a la suerte. Consuelo del inconformista para quien siempre se trata de sacar provecho. Eso es mejor que resignarse a marcar el paso y dejar que los muertos tan sólo vengan a atormentar nuestro ocio. Más vale usar lo inexplicable a favor.
Cuando le relaté a un amigo mi encuentro inconsciente, me lanzó la respuesta a la cara como un lonjazo: “48…El muerto que parla…”
Si bien afirmó que ninguna apuesta es segura, yo pienso que algo de negocio redondo debe haber al marcar esos dígitos, el 4 seguido del 8.
Pero por desgracia no me tuve fe y me ganó la razón, incrédula…
…Resulta que el jueves 3 de septiembre, la cuestión estaba más clara que echarle agua. “La banca saltó”, titularon los diarios. ¡Y cómo no iba a saltar!.
No fui la única que soñó con difuntos habladores, pero sí de las pocas chiquillas lesas que se olvidó de la naturaleza azarosa de lo inexplicable.
Fueron 21 mil 700 los apostadores que eligieron el 48 y hoy festejan la certera mano de la parca, la que no llega temprano ni tarde, sino cuando corresponde.
Esta noche me da un poco de miedo cerrar los ojos. La Fidelisa está en todo su derecho de venir a jalarme los pies. Aún no me asomo por la avenida de mi pueblo y me perdí varios miles de pesos en la quiniela.
Adivino que, si se me aparece otra vez en sueños, va a menear la cabeza con disgusto, masticando las palabras: “Por Dios, chiquilla terca”.
Aparécete abuelita, y trata de ser exclusiva. Sin ánimo de ofender, con tu datito de esta semana repartido entre tantos jugadores, la lotería no me habría alcanzado ni para pagar los pasajes de vuelta a mi tierra.

